sábado, 17 de diciembre de 2011

Sólo una

   
    Creo que no existe una mujer en todo el mundo que no le guste recibir flores. Y si por añadidura existe el motivo convincente para ser alagada con una de las cosas más extraordinarias y hermosas de la naturaleza, todo estaría en regla.

     Hace ya un buen tiempo que no recibo flores, pero sí que me acuerdo del último ramo que me regalaron: ¡Un enorme y magnifico ramo de rosas! Mi primera impresión fue de espanto y perplejidad. Toda una explosión de colores bellos, texturas sensuales, y aromas voluptuosos y genuinos. ¿Cómo poder canalizar tal arrebato de los sentidos? Era tan malditamente irreal como obscenamente innecesario. Y me pregunto… ¿Es la idea abrumar a la gente con semejante ofrenda para adormecer esa vanidad latente que todos llevamos consigo? ¿No constituye una profanación a la sensatez privar a la naturaleza de estos pilares, para beneficio particular? ¿No hubiera bastado que me regalara sólo una rosa? ¡Una sola!



    Siempre he sabido el por qué las postales burbujeantes de flores nunca me gustaron, tampoco pasear por las alamedas florecidas… tantas y tantas… no puedo respirar. Sin embargo, puedo estar mucho tiempo con una rosa entre mis manos: deleitándome con los matices de sus pétalos, la delicadeza de sus contornos, la fragancia y seducción de su esencia… ¡Es la cosa más asombrosa que uno pueda imaginar! ¡Tanta perfección en su conjunto!

    Y no se necesita de más… ¡Sólo una, abarca la inmensidad de millones!

Por SRM

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Bella la reflexión.!!!!

Tere dijo...

Bella la reflexión.!!!!