Creo que no existe una mujer en todo el mundo que no le guste recibir flores. Y si por añadidura existe el motivo convincente para ser alagada con una de las cosas más extraordinarias y hermosas de la naturaleza, todo estaría en regla.
Hace ya un buen tiempo que no recibo flores, pero sí que me acuerdo del último ramo que me regalaron: ¡Un enorme y magnifico ramo de rosas! Mi primera impresión fue de espanto y perplejidad. Toda una explosión de colores bellos, texturas sensuales, y aromas voluptuosos y genuinos. ¿Cómo poder canalizar tal arrebato de los sentidos? Era tan malditamente irreal como obscenamente innecesario. Y me pregunto… ¿Es la idea abrumar a la gente con semejante ofrenda para adormecer esa vanidad latente que todos llevamos consigo? ¿No constituye una profanación a la sensatez privar a la naturaleza de estos pilares, para beneficio particular? ¿No hubiera bastado que me regalara sólo una rosa? ¡Una sola!
Y no se necesita de más… ¡Sólo una, abarca la inmensidad de millones!
Por SRM
2 comentarios:
Bella la reflexión.!!!!
Bella la reflexión.!!!!
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